Nueva tesis sobre el cuento

En estas tesis, Piglia se quiere centrar en el final de los cuentos, inspirado en Borges y su capacidad de concluir una texto con ambigüedad, sorpresa, pero con un cierre inevitable. Cuenta que para él los principios son difíciles pero los finales son obvios en un sentido, involuntarios.
Los principios pueden parecer torpes, ridículos, pero a medida que se llega al final todo va tomando forma, cuerpo y se concluye en un final certero, casi premeditado.
Hay una historia que él cree puede ser vista como una fantástica síntesis de la conclusión de un relato, en la cual la obra se cierra al revés, hay una expectativa  y la solución es inversa a lo que el sentido común va a esperar que pase. La solución puede ser vista como una paradoja pero no siempre lo es (como en este caso).
Piglia se pregunta cómo hubiera concluido Kafka a la historia anterior, siendo él un maestro en el arte de los finales infinitos y todas las dudas que nos hubieran quedado frente al final que él hubiera propuesto. También reflexiona sobre cómo es el final en donde se ven los problemas de la expectativa y cómo queda en evidencia  lo que el lector estaba esperando que suceda.
Habla del locutor implícito y como la situacion de enunciacion persiste cifrada hasta que en el final se revela su existencia. Dice que no es el narrador oral el que persiste en el cuento sino la sombra de aquel que lo escucha. Sobre esto el nombre que resuena es el de Borges, que utiliza mucho la tensión entre oir y leer en sus obras. El arte de narrar para Borges gira sobre ese doble vínculo. Oír un relato que se pueda escribir, escribir un relato que se pueda contar en voz alta. El que escucha un relato está ahí para asegurar que la historia parezca al principio levemente incomprensible y como hecha de sobreentendidos y de gestos invisibles y oscuros, un ejemplo de esto es el cuento de Borges «El Evangelio según Marcos». Muchos relatos de Borges están dirigidos a un interlocutor perplejo que va siendo perversamente engañado y que termina perdido en una red de hechos inciertos y de palabras ciegas y su confusión decide la lógica íntima de la ficción. Lo que comprende, en la revelación final, es que la historia que ha intentado descifrar es falsa y que hay otra trama, silenciosa y secreta, que le estaba destinada. Piglia dice que los cuentos de Borges tienen la estructura de un oráculo: hay alguien que está ahí para recibir un relato, pero hasta el final no comprende que esa historia es la suya y que define su destino.
En el fondo el lector quiere que la historia no tenga fin, pero éste existe y es inevitable. Borges narra el fin, como si lo viviera en el presente: está allá y es lejano pero ya está aquí, inolvidable, inadvertido. El poeta Carlos Mastronardi ha escrito: «No tenemos un lenguaje para los finales. Quizá un lenguaje para los finales exija la total abolición de otros lenguajes.»
Mientras en la literatura se trabaja la ilusión de un final sorprendente, en la vida se practican finales establecidos.
Una historia se puede contar de manera distinta, pero siempre hay un doble movimiento, algo incomprensible que sucede y está oculto.
El sentido de un relato tiene la estructura del secreto está escondido, separado del conjunto de la historia, reservado para el final y en otra parte. No es un enigma, es una figura que se oculta.
Hay algo en el final que estaba en el origen y el arte de narrar consiste en postergarlo, mantenerlo en secreto y hacerlo ver cuando nadie lo espera. Kafka dice: el comienzo de un relato todavía incierto e impreciso, se anuda sin embargo en un punto que concentra lo que está por venir.
Esa estructura de caleidoscopio y de doble fondo se sostiene sobre una pequeña maquinación imperceptible: la íntima voz ha marcado el tono y el registro verbal de la historia se identifica y se hace ver y define desde afuera el relato y lo cierra.
El arte de narrar es un arte de la duplicación; es el arte de presentir lo inesperado; de saber esperar lo que viene, nítido, invisible, como la silueta de una mariposa contra la tela vacía. Sorpresas, epifanías, visiones. En la experiencia siempre renovada de esa revelación que es la forma, la literatura tiene, como siempre, mucho que enseñarnos sobre la vida

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